

Óscar Martínez
Aunque existen personajes secundarios, como la Morena o el Maragato, la máscara de peliqueiro es la auténtica protagonista de este carnaval. Este evento ancestral se vive con verdadera pasión en la localidad donde el entroido es la fiesta más esperada del año.
Se barajan varias hipótesis concernientes al origen de este entroido (carnaval), unas prehistóricas o paganas, otras vinculadas a la Roma o Grecia antiguas (fiestas saturnales o culto a Dionisio) e incluso a los celtas, pero también las hay más “actuales”, que lo situarían en la época medieval.
De cualquier modo, si algo hay que tener claro es que, para acudir a esta celebración, lo más importante es acudir con una buena actitud, comprometidos a mezclarse con los autóctonos y con muchas ganas de pasárselo bien. Todo esto es importante, porque los peliqueiros, haciendo las veces de policía del carnaval y en las que defienden la fiesta, acostumbran a utilizar la zamarra para fustigar a todo aquel que no esté disfrazado o se interponga en su camino.
"El peliqueiro no es un disfraz, se lleva dentro"- dice Luis Rivero que desde los ocho años se viste de peliqueiro y ya tiene 34. "El peliqueiro es sagrado nunca se insulta, hay un respeto muy grande hacia él y no es un disfraz, se lleva en el alma. Un buen peliqueiro nunca se quita la careta y no puede pararse en el medio de la calle, de ahí que atice con el látigo a las personas que estén en el camino para que se aparten".

Otro de los elementos de este carnaval es “a farrapada”, una batalla con trapos mojados untados en tierra que tiene lugar el lunes de entroido. Esa misma tarde tiene lugar “a baixada da Morena”, donde la Morena, una máscara que simula la cabeza de una vaca hecha de madera y que embiste contra las mujeres, toma la Plaza de la Picota con su séquito, que porta ramas de toxos con las que golpean a la gente.
Una vez ocupada la plaza este séquito, conformado también por personas disfrazadas de hormigas gigantes y científicos, se encarga de rociar a los valientes que aún ocupan la plaza con harina y hormigas vivas.
Después de tanta actividad, la fiesta llega a su fin con el atardecer del martes, la lectura del testamento (una crítica de todo lo ocurrido desde el Carnaval del año anterior) y el entierro del entroido, que culmina con la quema del “arangaño”. Acto seguido, los peliqueiros se atavían con un paño negro que cruza la careta en señal de luto, un luto que les durará un año, hasta que su autoridad vuelva a tomar las calles de Laza.
